LA INTEGRACIÓN INTERNACIONAL: INCORPORACIÓN A LA OTAN Y A EUROPA.
El proceso de Transición política
en España resolvió, una vez terminado el
mismo, la integración, como miembro de pleno derecho en las comunidades
internacionales, en las comunidades europeas.
Si durante el franquismo se
intentó por todos los medios pertenecer a estas instituciones supranacionales,
el régimen dictatorial de Franco, no podía, de ninguna manera ser avalado por
las democracias europeas. Una vez salvado el escollo político, y una vez
restablecidas las libertades en España, el camino quedaba expedito para la
integración española en las instituciones europeas y atlantistas, dentro del
marco occidental.
El proceso se inició con un
fuerte empuje por parte del gobierno de Adolfo Suárez, pero la crisis interna
de la UCD, partido de Suárez, no le dejó tomar la iniciativa de forma clara.
No obstante, por primera vez en
la historia democrática de España se creó un ministerio específico para las
relaciones europeas, adquiriendo una especial relevancia ya que la CEE era el
primer cliente y principal proveedor comercial de España. Tanto es así, que el
propio ministro Leopoldo Calvo Sotelo, fue el encargado de sustituir a Suárez
en la presidencia del gobierno cuando este presentó su dimisión en 1981. De
ello se desprendió la importancia del objetivo europeo, objetivo que pasa tener
un carácter irrenunciable para las diferentes administraciones españolas.
El primer paso fue dado por el
Gobierno de Calvo Sotelo al ingresar en la OTAN, organización de defensa que
agrupa a los países de la Comunidad junto a los EE.UU. y Canadá. La integración
en la alianza atlántica se realizó con un gobierno en minoría y con una fuerte
crisis, por la descomposición paulatina del partido que sostenía al gobierno
(UCD).
La integración se realizó con la
oposición de los partidos de izquierda y también un fuerte rechazo de la
ciudadanía española. Esta situación de rechazo fue aprovechada por el PSOE que
prometió, en caso de llegar al poder, una consulta popular vía referéndum para
optar a la salida de la institución militar.
La victoria socialista en 1982,
marcó nuevos caminos pero mantuvo siempre el mismo objetivo planteado por los
gobiernos anteriores, la integración europea. Esto se debió a varios aspectos
positivos, no solo desde el punto de vista económico, sino también político, ya
que significaría un gran espaldarazo a la joven democracia española
fortaleciéndola.
El PSOE, ya en el gobierno,
inició un cambio de rumbo en su política para con la OTAN, pasando de un tímido
rechazo a pedir en el referéndum, abiertamente el sí. Los resultados del
referéndum dieron la posibilidad al PSOE y a su gobierno de mantener a España
dentro de la OTAN, permaneciendo, eso sí, dentro de la estructura política y
fuera de la estructura militar de la organización.
A partir de este momento España
inició un proceso de adaptación a la integración europea. Sobre todo una adaptación
económica que permitió en la década de los ochenta firmar el acta de adhesión
al Tratado de Roma.
Aún así, la firma de dicho trata
supuso grandes dificultades: vencer la negativa francesa, cumplir con los
requisitos de adaptación económica impuestos por la comunidad… Sin embargo, al
fin y al cabo, el gran consenso existente en éste capítulo hizo posible la
integración de España en las Comunidad Europea.
La incorporación en Europa trajo
a España muchas ventajas. Si en un primer momento fue necesario acometer
grandes reformas estructurales con costes sociales importantes, la integración
nos ha beneficiado, pues la pertenencia a ese gran mercado, donde se encuentran
las más fuertes economías mundiales, sirvió como acicate para la inversión
tanto de capitales nacionales con extranjeros, que hicieron despegar la
economía española de forma clara y contundente. Además, los fondos de cohesión
y ayuda permitieron ayudar a las regiones más desfavorecidas a iniciar su desarrollo.
Por último, señalar que la
integración en Europa también supuso el fortalecimiento y reconocimiento
internacional para la joven democracia española, que sin traumas, sin
derramamiento de sangre y fuertes convulsiones sociales, supuso un hito
histórico mundial por lo singular de nuestra transición política, pasando de un
régimen totalitario a un sistema de libertades, hecho que no había tenido
ejemplos en la historia reciente.
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