La
Guerra Civil
1.
De la sublevación militar a la guerra.
1.1 La sublevación militar de julio de
1936.
La
sublevación militar se inició en Melilla el 17 de julio, y de inmediato se
incorporó el General Franco desde Canarias. El alzamiento militar se extendió al resto del territorio español con
resultados muy diversos. Queipo de Llano se hizo con el poder de Sevilla.
El General Mola ocupó Navarra con el apoyo del requeté carlista. En Zaragoza el
General Cabanellas logró dominar la mayor parte de Aragón.
En Madrid, Barcelona y
Valencia se abortó la sublevación militar, ya que buena parte del ejército y de las fuerzas de
orden público, Guardia de Asalto y Guardia Civil se mantuvieron fieles a la
república, a lo que se añadió la fuerte resistencia popular.
1.2 La división de España en dos zonas.
El
país quedó dividido en dos zonas enfrentadas. Las principales ciudades y las
zonas industriales quedaron en poder del gobierno y de las organizaciones
políticas y sindicales del Frente Popular, y las zonas agrarias más conservadoras
y de mayoría católica, en manos de los militares sublevados.
Aproximadamente
la mitad del ejército se mantuvieron fieles al gobierno republicano. Pero estas
cifras muestran una realidad engañosa. Las tropas del ejército de tierra mejor
dotadas y preparadas para el combate, así como los oficiales más jóvenes, se
inclinaron a favor de la sublevación.
Se
propició de esta manera una situación
revolucionaria que sumió a muchos territorios en el caos.
A
finales de julio de 1936 la sublevación había derivado en una auténtica guerra
civil, que dividió el país en dos bandos:
·
Los sublevados contra la república, que se llamaron
a sí mismos nacionales. Contaron con
el apoyo de las oligarquías tradicionales, de los pequeños propietarios
agrarios, de las clases medias católicas, de partidos de derechas como la CEDA
y de organizaciones de extrema derecha y de la Iglesia católica, que la
calificó de “cruzada de liberación”.
·
En
el otro lado estaban los republicanos,
cuyo objetivo era defender la república democrática y hacer frente al fascismo.
Entre ellos fueron ganando posiciones los sectores radicales, anarquistas y
comunistas.
2. La
dimensión internacional de la guerra civil.
2.1 El contexto internacional.
La
guerra civil española estalló en un momento
sumamente crítico en las relaciones internacionales. La tensión entre las
grandes democracias europeas y los regímenes totalitarios fascista y nazi. De
ahí que la guerra de España provocase divisiones en la opinión pública europea
y mundial.
Los
sectores conservadores y la mayoría de los católicos la percibieron como una contienda entre la civilización occidental
y el comunismo ateo; mientras que para los sectores progresistas de la
izquierda era una lucha crucial por la libertad
y contra el fascismo totalitario.
2.2 El Comité de no Intervención.
El
temor del gobierno francés y del gobierno de Reino Unido a un conflicto
propició el Acuerdo de No Intervención
en España, por el que se prohibía la exportación a España de armas,
municiones y todo tipo de material de guerra. Diversos países rompieron el
embargo de armas.
2.3 Ayuda e intervención extranjera.
La
ayuda a la república.
La república contó con ayuda militar de la URSS
y ayuda diplomática de México. Las Brigadas Internacionales estuvieron
formadas por voluntarios y organizadas por la III Internacional.
La
república financió la guerra con las reservas
de oro del Banco de España. El gobierno de Largo Caballero tomó la decisión
de depositar la mayor parte del oro en Moscú y este oro se gastó en su
totalidad en las compras de material bélico.
La
ayuda a los militares sublevados.
Razones políticas y estratégicas impulsaron a Hitler y Mussolini a ayudar a los militares sublevados.
Alemania
envió unidades de carros de combate, fuerzas de defensa aérea y aviación
organizadas en la llamada Legión Condor.
La aportación de Mussolini fue más numerosa y estuvo constituida por el Corpo di Truppe Volontarie (CTV). La
dictadura del Estado Novo Portugués envió a los “Viriatos”.
Los
sublevados obtuvieron ayuda financiera de capitalistas
españoles y de grandes compañías multinacionales
angloamericanas, que le suministraron petróleo a crédito y que le
proporcionaron material de transporte.
3.
Las operaciones militares.
La
desintegración del ejército regular republicano dejó la defensa de la república
en manos de las milicias de los partidos y sindicatos obreros.
3.1 La batalla de Madrid (agosto de 1936 –
marzo de 1937).
El
principal objetivo de los militares rebeldes era una rápida conquista de Madrid
para consolidar el alzamiento. Mola inició las primeras operaciones. Desde
Burgos y Valladolid se inició un avance, el cual quedó detenido en la Sierra de Guadarrama.
El
ejército de África inició una rápida marcha sobre Madrid por la carretera de
Extremadura, pero se desvió por Toledo (Alcázar).
Este retraso permitió a los republicanos organizar la defensa.
La
llegada de carros de combate soviéticos, de la primera Brigada Internacional y
de la columna anarcosindicalista de Durruti para defender Madrid elevó la moral
de los republicanos.
Franco
intentó cercar Madrid por el este. La batalla de Madrid se prolongó con la batalla del Jarama y la de Guadalajara (victoria republicana).
3.2 La caída del norte (abril – octubre de
1937).
Los
fracasos en Madrid hicieron que Franco modificase su estrategia. Instaló su
gobierno en Burgos e inició una guerra
de desgaste. Se dirigió contra el norte industrial y minero bajo dominio
republicano. Lanzaron bombas incendiarias sobre la población civil indefensa de
Durango y Guernica.
La
república inició una ofensiva para detener el avance en el norte y romper el
cerco a la capital. Para salvar Asturias, lanzaron una ofensiva en Belchite (Aragón). Sus resultados fueron desastrosos y
no impidió que las tropas franquistas entrasen
en Gijón. Todo el norte era ya “nacional”. Las minas de hierro y de carbón
y las grandes industrias siderúrgicas, totalmente intactas, cayeron en manos de
los sublevados.
3.3 De la ofensiva sobre Teruel a la
batalla del Ebro (diciembre de 1937 – noviembre de 1938).
Tomado
el norte, Franco volvió sobre Madrid.
El gobierno de Negrín decidió una ofensiva
en Teruel con el propósito de salvar la capital.
El
territorio republicano quedó dividido. En junio de 1938, la República decidió
desencadenar en el Ebro que dio lugar a la batalla
del Ebro. Una vez más, el rápido avance inicial republicano quedó frenado
por la contraofensiva franquista.
3.4 El fin de la guerra (diciembre de 1938
– abril de 1939).
A
finales de 1938 se produjo la ofensiva
franquista sobre Cataluña.
En
Madrid, el coronel Casado, junto a
dirigentes socialistas, de la CNT, de Unión Republicana e Izquierda Republicana
se sublevaron contra el gobierno de
Negrín. Pretendían negociar con Franco para conseguir una paz con garantías
y sin represalias.
Mientras
Negrín y los principales dirigentes del Partido Comunista abandonaban en avión
el país, Madrid fue, durante varios días, escenario de una “guerra civil”
dentro de la guerra civil. El 1 de abril Franco firmó en Burgos su último parte
oficial de guerra. La guerra civil había terminado.
4.
La España republicana.
La
sublevación militar, aunque no logró su propósito de derribar de inmediato al
Estado republicano, ocasionó la división del ejército y de las fuerzas de
seguridad y, con ello, el derrumbe del orden y del poder republicano.
4.1 La desintegración del poder
republicano: represión y revolución.
El
gobierno republicano ordenó la disolución del ejército y de repartir armas a los militantes de las
organizaciones obreras. Esto provocó que el Estado republicano se desplomó y de hecho cayó en manos de las
milicias armadas de los partidos y sindicatos obreros, que trataron de
organizarse formando comités, consejos y juntas en algunas regiones o
provincias.
El
terror rojo: en el
primer año de guerra, se desató un terror incontrolado a mano de los comités,
de las milicias y de los “tribunales populares”. En las primeras semanas se
sucedieron incendios de iglesias y conventos, asaltos a prisiones y asesinatos
de militares y políticos derechistas.
La
revolución social:
los anarquistas de la CNT y gran parte de la UGT emprendieron una profunda
revolución social cuya mejor expresión fueron las colectivizaciones.
4.2 Las luchas internas en la España
republicana.
Tras
las primeras semanas se formó un gobierno
de coalición para reconstruir el Estado republicano y centralizar los
recursos para ganar la guerra.
Los
gobiernos de Largo Caballero:
en septiembre, Largo Caballero formó un gobierno al que se incorporaron socialistas, republicanos, comunistas y nacionalistas
catalanes y vascos. Más tarde, remodeló su gobierno y entraron en él ministros anarcosindicalistas.
El nuevo gobierno
decidió su traslado a Valencia.
Esto dejó a Madrid en manos de una Junta
de Defensa (comunistas).
Lo
prioritario era formar un verdadero ejército regular, el Ejército Popular de la república, y crear un nuevo Estado Mayor Central.
Los
comunistas y la mayoría de los socialistas eran partidarios de poner fin a la
hegemonía política de los sindicatos, mientras los anarcosindicalistas no
estaban dispuestos a renunciar a las colectivizaciones.
Pero
el desencadenante definitivo de la crisis fueron los enfrentamientos iniciados en Barcelona. Se trataba de una lucha
por el poder, en la que republicanos y comunistas se oponían a los ideales
revolucionarios de los sectores más radicales de la CNT. La negativa de Largo Caballero a la exigencia de los comunistas
de ilegalizar el POUM precipitó su caída.
4.3 La reconstrucción del Estado
republicano.
El
nuevo gobierno del socialista Juan
Negrín, formado en mayo de 1937, era un gabinete de concentración en el que
estaban representando partidos del Frente Popular, y en el que Prieto ocupó el nuevo ministerio de Defensa
Nacional.
El
nuevo gobierno trató de restablecer la autoridad del gobierno central de la
república. Reforzó el ejército y unificó
los planes militares bajo un solo mando. En segundo lugar, intentó organizar una industria de guerra ó
organizar una industria de guerra y
acabó definitivamente con las colectivizaciones y restituyendo las tierras a
sus propietarios.
Tras
el Pacto de Múnich se alejó la mediación de las potencias democráticas
y con la derrota republicana en la
batalla del Ebro se perdían las últimas esperanzas.
El
golpe de Estado del coronel Casado, jefe del Ejército del Centro, que aceleró
el fin de la república y el triunfo de Franco.
5.
La España “nacional”.
5.1 Los primeros momentos tras la
sublevación.
El ejército se convirtió
en el pilar básico en la formación del nuevo Estado. En Burgos se constituyó
una Junta de Defensa Nacional,
presidida por el general Cabanellas.
El
terror blanco. Los militares sublevados practicaron una
brutal, sistemática y selectiva represión. Sus objetivos eran sembrar el
terror para eliminar toda resistencia y aniquilar físicamente a sus enemigos
políticos e ideológicos.
La
represión fue llevada a cabo por las milicias
de requetés y, sobre todo, de grupos de jóvenes falangistas.
5.2 El ascenso de Franco al poder.
La
Junta de Defensa eligió a Franco como
generalísimo, es decir, como jefe supremo de todos los ejércitos sublevados. Adoptó
el título de caudillo.
5.3 La unificación política.
Se
creó un régimen de partido único similar
al de los Estados fascistas mediante la fusión de la Falange y la Comunión
Tradicionalista. Contaron con el apoyo monárquico de Renovación Española y la CEDA.
Franco
dio a conocer el decreto de unificación¸
elaborado por Serrano Súñer, por el que creaba un partido único, Falange Española Tradicionalista y de las JONS.
5.4 El papel de la Iglesia católica.
La
legislación laica de la república y la furia anticlerical desatada por la
sublevación militar en la España republicana provocaron que la inmensa mayoría de la jerarquía
eclesiástica y del clero, y de los católicos españoles, apoyasen la sublevación
militar. La iglesia justificó la rebelión militar ante la amenaza del
comunismo.
5.5 La creación del nuevo Estado.
Franco reunió en su
persona los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. En los meses siguientes, Franco
aprobó una serie de decretos: abolió los estatutos de autonomía, impuso el
castellano como única lengua oficial y anuló toda la legislación laica. La
Iglesia recuperó todos sus bienes, privilegios y derechos, y se le concedió el
monopolio de la enseñanza primaria y secundaria.
La
política social quedó plasmada en el Fuero
del Trabajo. Se establecía una estructura sindical única: empresarios y
obreros en un mismo sindicato.
Una
de las principales preocupaciones del régimen fue el control ideológico: se suprimieron las libertades de reunión y
asociación, mediante la Ley de Prensa y de Imprenta se implantó la censura
previa y todos los medios de comunicación y de producción cultural se pusieron
al servicio del Estado.
La
Ley de Responsabilidades Políticas
organizó la represión.
El
régimen franquista fue reconocido oficialmente por la Alemania nazi y la Italia
fascista desde el primer momento; también lo hicieron Portugal y el Vaticano, y
en 1939 las dos potencias democráticas europeas, Francia y Reino Unido.
6.
Las consecuencias de la Guerra Civil.
6.1 Consecuencias humanas: muerte,
represión y exilio.
Los
cálculos más aceptados estiman en unos
500.000 o 600.000 los muertos en la guerra. A ello se añaden los muertos
por la represión franquista desde 1939 hasta 1943, alrededor de 40.000 personas
entre fusilamientos, “paseos” y consejos de guerra sumarísimos.
Otra
de las consecuencias de la guerra civil fue el exilio republicano. Hubo una primera oleada de exiliados, entre
ellos los llamados “niños de la guerra”,
que fueron evacuados a países extranjeros.
6.2 Consecuencias económicas.
La
guerra civil tuvo unos efectos económicos desastrosos y dejó al país exhausto.
Las
destrucciones fueron muy considerables: ferrocarriles, carreteras y marina mercante.
La producción industrial descendió
un tercio y la agrícola en una
cuarta parte.
6.3 Efectos culturales.
La
mayoría de los intelectuales se manifestaron en apoyo a la república y tuvieron
que exiliarse. Se perdieron grandiosas figuras a causa de la represión, como
Miguel Hernández o Federico García Lorca.
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