miércoles, 19 de septiembre de 2012

Historia de España: Tema 8 PAU


La Guerra Civil

1.    De la sublevación militar a la guerra.
1.1  La sublevación militar de julio de 1936.
La sublevación militar se inició en Melilla el 17 de julio, y de inmediato se incorporó el General Franco desde Canarias. El alzamiento militar se extendió al resto del territorio español con resultados muy diversos. Queipo de Llano se hizo con el poder de Sevilla. El General Mola ocupó Navarra con el apoyo del requeté carlista. En Zaragoza el General Cabanellas logró dominar la mayor parte de Aragón.
En Madrid, Barcelona y Valencia se abortó la sublevación militar, ya que buena parte del ejército y de las fuerzas de orden público, Guardia de Asalto y Guardia Civil se mantuvieron fieles a la república, a lo que se añadió la fuerte resistencia popular.
1.2  La división de España en dos zonas.
El país quedó dividido en dos zonas enfrentadas. Las principales ciudades y las zonas industriales quedaron en poder del gobierno y de las organizaciones políticas y sindicales del Frente Popular, y las zonas agrarias más conservadoras y de mayoría católica, en manos de los militares sublevados.
Aproximadamente la mitad del ejército se mantuvieron fieles al gobierno republicano. Pero estas cifras muestran una realidad engañosa. Las tropas del ejército de tierra mejor dotadas y preparadas para el combate, así como los oficiales más jóvenes, se inclinaron a favor de la sublevación.
Se propició de esta manera una situación revolucionaria que sumió a muchos territorios en el caos.
A finales de julio de 1936 la sublevación había derivado en una auténtica guerra civil, que dividió el país en dos bandos:
·         Los sublevados contra la república, que se llamaron a sí mismos nacionales. Contaron con el apoyo de las oligarquías tradicionales, de los pequeños propietarios agrarios, de las clases medias católicas, de partidos de derechas como la CEDA y de organizaciones de extrema derecha y de la Iglesia católica, que la calificó de “cruzada de liberación”.
·         En el otro lado estaban los republicanos, cuyo objetivo era defender la república democrática y hacer frente al fascismo. Entre ellos fueron ganando posiciones los sectores radicales, anarquistas y comunistas.

2.    La dimensión internacional de la guerra civil.
2.1  El contexto internacional.
La guerra civil española estalló en un momento sumamente crítico en las relaciones internacionales. La tensión entre las grandes democracias europeas y los regímenes totalitarios fascista y nazi. De ahí que la guerra de España provocase divisiones en la opinión pública europea y mundial.
Los sectores conservadores y la mayoría de los católicos la percibieron como una contienda entre la civilización occidental y el comunismo ateo; mientras que para los sectores progresistas de la izquierda era una lucha crucial por la libertad y contra el fascismo totalitario.
2.2  El Comité de no Intervención.
El temor del gobierno francés y del gobierno de Reino Unido a un conflicto propició el Acuerdo de No Intervención en España, por el que se prohibía la exportación a España de armas, municiones y todo tipo de material de guerra. Diversos países rompieron el embargo de armas.
2.3  Ayuda e intervención extranjera.
La ayuda a la república. La república contó con ayuda militar de la URSS y ayuda diplomática de México. Las Brigadas Internacionales estuvieron formadas por voluntarios y organizadas por la III Internacional.
La república financió la guerra con las reservas de oro del Banco de España. El gobierno de Largo Caballero tomó la decisión de depositar la mayor parte del oro en Moscú y este oro se gastó en su totalidad en las compras de material bélico.
La ayuda a los militares sublevados. Razones políticas y estratégicas impulsaron a Hitler y Mussolini a ayudar a los militares sublevados.
Alemania envió unidades de carros de combate, fuerzas de defensa aérea y aviación organizadas en la llamada Legión Condor. La aportación de Mussolini fue más numerosa y estuvo constituida por el Corpo di Truppe Volontarie (CTV). La dictadura del Estado Novo Portugués envió a los “Viriatos”.
Los sublevados obtuvieron ayuda financiera de capitalistas españoles y de grandes compañías multinacionales angloamericanas, que le suministraron petróleo a crédito y que le proporcionaron material de transporte.
3.    Las operaciones militares.
La desintegración del ejército regular republicano dejó la defensa de la república en manos de las milicias de los partidos y sindicatos obreros.
3.1  La batalla de Madrid (agosto de 1936 – marzo de 1937).
El principal objetivo de los militares rebeldes era una rápida conquista de Madrid para consolidar el alzamiento. Mola inició las primeras operaciones. Desde Burgos y Valladolid se inició un avance, el cual quedó detenido en la Sierra de Guadarrama.
El ejército de África inició una rápida marcha sobre Madrid por la carretera de Extremadura, pero se desvió por Toledo (Alcázar). Este retraso permitió a los republicanos organizar la defensa.
La llegada de carros de combate soviéticos, de la primera Brigada Internacional y de la columna anarcosindicalista de Durruti para defender Madrid elevó la moral de los republicanos.
Franco intentó cercar Madrid por el este. La batalla de Madrid se prolongó con la batalla del Jarama y la de Guadalajara (victoria republicana).
3.2  La caída del norte (abril – octubre de 1937).
Los fracasos en Madrid hicieron que Franco modificase su estrategia. Instaló su gobierno en Burgos e inició una guerra de desgaste. Se dirigió contra el norte industrial y minero bajo dominio republicano. Lanzaron bombas incendiarias sobre la población civil indefensa de Durango y Guernica.
La república inició una ofensiva para detener el avance en el norte y romper el cerco a la capital. Para salvar Asturias, lanzaron una ofensiva en Belchite (Aragón). Sus resultados fueron desastrosos y no impidió que las tropas franquistas entrasen en Gijón. Todo el norte era ya “nacional”. Las minas de hierro y de carbón y las grandes industrias siderúrgicas, totalmente intactas, cayeron en manos de los sublevados.
3.3  De la ofensiva sobre Teruel a la batalla del Ebro (diciembre de 1937 – noviembre de 1938).
Tomado el norte, Franco volvió sobre Madrid. El gobierno de Negrín decidió una ofensiva en Teruel con el propósito de salvar la capital.
El territorio republicano quedó dividido. En junio de 1938, la República decidió desencadenar en el Ebro que dio lugar a la batalla del Ebro. Una vez más, el rápido avance inicial republicano quedó frenado por la contraofensiva franquista.
3.4  El fin de la guerra (diciembre de 1938 – abril de 1939).
A finales de 1938 se produjo la ofensiva franquista sobre Cataluña.
En Madrid, el coronel Casado, junto a dirigentes socialistas, de la CNT, de Unión Republicana e Izquierda Republicana se sublevaron contra el gobierno de Negrín. Pretendían negociar con Franco para conseguir una paz con garantías y sin represalias.
Mientras Negrín y los principales dirigentes del Partido Comunista abandonaban en avión el país, Madrid fue, durante varios días, escenario de una “guerra civil” dentro de la guerra civil. El 1 de abril Franco firmó en Burgos su último parte oficial de guerra. La guerra civil había terminado.
4.    La España republicana.
La sublevación militar, aunque no logró su propósito de derribar de inmediato al Estado republicano, ocasionó la división del ejército y de las fuerzas de seguridad y, con ello, el derrumbe del orden y del poder republicano.
4.1  La desintegración del poder republicano: represión y revolución.
El gobierno republicano ordenó la disolución del ejército y de repartir armas a los militantes de las organizaciones obreras. Esto provocó que el Estado republicano se desplomó y de hecho cayó en manos de las milicias armadas de los partidos y sindicatos obreros, que trataron de organizarse formando comités, consejos y juntas en algunas regiones o provincias.
El terror rojo: en el primer año de guerra, se desató un terror incontrolado a mano de los comités, de las milicias y de los “tribunales populares”. En las primeras semanas se sucedieron incendios de iglesias y conventos, asaltos a prisiones y asesinatos de militares y políticos derechistas.
La revolución social: los anarquistas de la CNT y gran parte de la UGT emprendieron una profunda revolución social cuya mejor expresión fueron las colectivizaciones.
4.2  Las luchas internas en la España republicana.
Tras las primeras semanas se formó un gobierno de coalición para reconstruir el Estado republicano y centralizar los recursos para ganar la guerra.
Los gobiernos de Largo Caballero: en septiembre, Largo Caballero formó un gobierno al que se incorporaron socialistas, republicanos, comunistas y nacionalistas catalanes y vascos. Más tarde, remodeló su gobierno y entraron en él ministros anarcosindicalistas.
El nuevo gobierno decidió su traslado a Valencia. Esto dejó a Madrid en manos de una Junta de Defensa (comunistas).
Lo prioritario era formar un verdadero ejército regular, el Ejército Popular de la república, y crear un nuevo Estado Mayor Central.
Los comunistas y la mayoría de los socialistas eran partidarios de poner fin a la hegemonía política de los sindicatos, mientras los anarcosindicalistas no estaban dispuestos a renunciar a las colectivizaciones.
Pero el desencadenante definitivo de la crisis fueron los enfrentamientos iniciados en Barcelona. Se trataba de una lucha por el poder, en la que republicanos y comunistas se oponían a los ideales revolucionarios de los sectores más radicales de la CNT.      La negativa de Largo Caballero a la exigencia de los comunistas de ilegalizar el POUM precipitó su caída.
4.3  La reconstrucción del Estado republicano.
El nuevo gobierno del socialista Juan Negrín, formado en mayo de 1937, era un gabinete de concentración en el que estaban representando partidos del Frente Popular, y en el que Prieto ocupó el nuevo ministerio de Defensa Nacional.
El nuevo gobierno trató de restablecer la autoridad del gobierno central de la república. Reforzó el ejército y unificó los planes militares bajo un solo mando. En segundo lugar, intentó organizar una industria de guerra ó organizar una industria de guerra  y acabó definitivamente con las colectivizaciones y restituyendo las tierras a sus propietarios.
Tras el Pacto de Múnich se alejó la mediación de las potencias democráticas y con la derrota republicana en la batalla del Ebro se perdían las últimas esperanzas.
El golpe de Estado del coronel Casado, jefe del Ejército del Centro, que aceleró el fin de la república y el triunfo de Franco.
5.    La España “nacional”.
5.1  Los primeros momentos tras la sublevación.
El ejército se convirtió en el pilar básico en la formación del nuevo Estado. En Burgos se constituyó una Junta de Defensa Nacional, presidida por el general Cabanellas.
El terror blanco. Los militares sublevados practicaron una brutal, sistemática y selectiva represión. Sus objetivos eran sembrar el terror para eliminar toda resistencia y aniquilar físicamente a sus enemigos políticos e ideológicos.
La represión fue llevada a cabo por las milicias de requetés y, sobre todo, de grupos de jóvenes falangistas.
5.2  El ascenso de Franco al poder.
La Junta de Defensa eligió a Franco como generalísimo, es decir, como jefe supremo de todos los ejércitos sublevados. Adoptó el título de caudillo.
5.3  La unificación política.
Se creó un régimen de partido único similar al de los Estados fascistas mediante la fusión de la Falange y la Comunión Tradicionalista. Contaron con el apoyo monárquico de Renovación Española y la CEDA.
Franco dio a conocer el decreto de unificación¸ elaborado por Serrano Súñer, por el que creaba un partido único, Falange Española Tradicionalista y de las JONS.
5.4  El papel de la Iglesia católica.
La legislación laica de la república y la furia anticlerical desatada por la sublevación militar en la España republicana provocaron que la inmensa mayoría de la jerarquía eclesiástica y del clero, y de los católicos españoles, apoyasen la sublevación militar. La iglesia justificó la rebelión militar ante la amenaza del comunismo.
5.5  La creación del nuevo Estado.
Franco reunió en su persona los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. En los meses siguientes, Franco aprobó una serie de decretos: abolió los estatutos de autonomía, impuso el castellano como única lengua oficial y anuló toda la legislación laica. La Iglesia recuperó todos sus bienes, privilegios y derechos, y se le concedió el monopolio de la enseñanza primaria y secundaria.
La política social quedó plasmada en el Fuero del Trabajo. Se establecía una estructura sindical única: empresarios y obreros en un mismo sindicato.
Una de las principales preocupaciones del régimen fue el control ideológico: se suprimieron las libertades de reunión y asociación, mediante la Ley de Prensa y de Imprenta se implantó la censura previa y todos los medios de comunicación y de producción cultural se pusieron al servicio del Estado.
La Ley de Responsabilidades Políticas organizó la represión.
El régimen franquista fue reconocido oficialmente por la Alemania nazi y la Italia fascista desde el primer momento; también lo hicieron Portugal y el Vaticano, y en 1939 las dos potencias democráticas europeas, Francia y Reino Unido.
6.    Las consecuencias de la Guerra Civil.
6.1  Consecuencias humanas: muerte, represión y exilio.
Los cálculos más aceptados estiman en unos 500.000 o 600.000 los muertos en la guerra. A ello se añaden los muertos por la represión franquista desde 1939 hasta 1943, alrededor de 40.000 personas entre fusilamientos, “paseos” y consejos de guerra sumarísimos.
Otra de las consecuencias de la guerra civil fue el exilio republicano. Hubo una primera oleada de exiliados, entre ellos los llamados “niños de la guerra”, que fueron evacuados a países extranjeros.
6.2  Consecuencias económicas.
La guerra civil tuvo unos efectos económicos desastrosos y dejó al país exhausto.
Las destrucciones fueron muy considerables: ferrocarriles, carreteras y marina mercante. La producción industrial descendió un tercio y la agrícola en una cuarta parte.
6.3  Efectos culturales.
La mayoría de los intelectuales se manifestaron en apoyo a la república y tuvieron que exiliarse. Se perdieron grandiosas figuras a causa de la represión, como Miguel Hernández o Federico García Lorca.

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